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Ladrón de bicicletas

Ladrón de Bicicletas (1948), desde un punto de visto histórico y artístico, se enmarca en la corriente neorrealista del cine italiano. Vittorio De Sica (7 de julio de 1901-13 de noviembre de 1974) es el director de esta gran obra audiovisual que sirve como referente dentro del Neorrealismo.

 

El Neorrealismo es un movimiento cinematográfico -entre otras artes- surgido en Italia después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Se trata de una especie de respuesta de los creadores audiovisuales al conflicto; quieren mostrar la devastación y miseria originadas por la guerra. Para ello, los directores ruedan la crudeza del exterior, la cual se ha convertido en una tierra hostil. Los personajes son en su mayoría niños y mujeres, pues representan la parte frágil e indefensa de la población. Se les relaciona con gente inocente que ha sufrido injustamente. En este contexto, el cine neorrealista no hace uso de actores profesionales, pues prefiere una visión más “realista” y verosímil encarnada por ciudadanos de a pie. Asimismo, tampoco busca el establecimiento de actores-estrella.

 

Ladrón de Bicicletas narra la historia de Antonio, un hombre humilde que tiene una esposa y dos hijos. Un día consigue un empleo de fijador de carteles en la que la única condición es poseer una bicicleta para transportarse. Tras lograr comprarse una, empieza a trabajar, pero ese mismo día le roban su bicicleta. De esta manera, Antonio emprenderá, junto a su hijo Bruno, una búsqueda del objeto robado.

 

El largometraje muestra una clara intención de transmitir la situación en la que se encontraba la población de aquel momento. El director tiene una visión crítica y reivindicativa de la situación de posguerra. En la película se puede ver que la pobreza castiga a la gente de Roma. Los alimentos escasean, no hay trabajo y las personas roban para subsistir. Sobre estas premisas se sustenta la narración. A esto hay que sumar la crudeza con la que se muestran los escenarios, los cuales no fueron rodados en un estudio, sino que se aprovechó las propias calles. Son exteriores que reflejan la destrucción del conflicto mundial -esto se traduce en las edificaciones derruidas-. La mayoría de las personas que aparecen en la cinta son gente obrera. Su vestimenta es el reflejo de una vida humilde en la que hay pocos recursos. Así, por ejemplo, se puede ver que en la casa de Antonio no hay agua, ya que su mujer acude a una fuente pública para abastecerse de este elemento fundamental. Por otra parte, se puede ver cómo la masa de gente se aglutina en la ciudad. Es una nueva forma de vida en la que el tumulto popular forma parte de la cotidianidad. Las calles están llenas de niños que trabajan o piden limosna. Se trata de un modo de vida muy duro. El que no tiene nada es difícil que sobreviva.

 

La obra transmite perfectamente la dificultad de la época y la situación de la gente. La Segunda Guerra Mundial dejó cicatrices en muchos países. En este caso, podemos ver la situación de Italia dentro del marco de la posguerra. La postura de este país en el conflicto fue fundamental para las posteriores consecuencias. En las primeras fases de la guerra, el dictador Benito Mussolini luchó junto a la Alemania nazi de Adolf Hitler. Sin embargo, en 1943, cuando Mussolini fue derrocado, el rey Víctor Emmanuel III firmó un armisticio con los aliados, pasando Italia a formar alianza con el otro bando. Sin embargo, buena parte de Italia siguió estando todavía bajo el yugo de Alemania debido a una invasión del ejército nazi. Y en estas zonas del país se implantó una república al servicio del Führer. Esta situación originó una guerra civil, en la que las tropas italianas de ambos bandos se enfrentarían en numerosas ocasiones, lo que provocó un agravante en el panorama nacional, pues además del conflicto con otros países, se vivió también la lucha interna. Una lucha entre los propios soldados italianos.

 

Vittorio De Sica plasma de una manera magistral la vida de posguerra. Se trata de una realidad social, dura y descarnada, donde la miseria es el azote de la población. La historia es una realidad común, algo que pasa día a día. En otras palabras, es la cotidianidad convertida en historia. Pero con el objetivo claro de levantar conciencias. En esto, el drama juega un papel fundamental, pues la historia intenta llegar al corazón del espectador a través de escenas lacrimógenas. Un claro ejemplo es la escena final, donde podemos ver a Antonio humillado y a su hijo llorar por verlo “caer”, ya que hasta ese momento era una especie de héroe para el niño. De esta manera, Bruno experimenta el fracaso de su padre y presencia como se convierte en un hombre lleno de vergüenza. La cinta cierra con una escena de los dos caminando lentamente y cogidos de la mano mientras lloran. Esto demuestra que, a pesar del esfuerzo que hace alguien por ganarse la vida, las circunstancias no siempre son justas.

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